A pesar de ser una de las grandes favoritas, el filme protagonizado por Demi Moore no obtuvo ninguna estatuilla.

La película de La sustancia lo tenía todo para arrasar en Los Oscar. Había sido aclamada por la crítica, ovacionada en festivales y había logrado una fuerte conexión con el público. Sin embargo, en la gala de los premios, sólo fue reconocida en la categoría de Mejor Maquillaje. Algunos ya se esperaban, que, una vez más, el terror se quedase a las puertas del gran reconocimiento de la Academia. ¿Qué sucede entre el género y estos premios? ¿Por qué, a pesar de su calidad, las películas de terror rara vez son premiadas?
A lo largo de la historia de los premios Oscar, han sido nominados alrededor de 350 dramas, 80 comedias y 45 musicales a la categoría de Mejor Película. Sin embargo, el número de películas de terror o suspense no alcanza la decena. Obras maestras como Drácula, Psicosis, El resplandor, La semilla del diablo o Déjame salir han sido ignoradas. Incluso El exorcista, que arrasó en los Globos de Oro, no logró llevarse ni una de las estatuillas principales a las que estaba nominada.
Por otro lado, Alfred Hitchcock, considerado uno de los grandes del cine, nunca recibió un Oscar competitivo, teniendo que conformarse con uno honorífico. Su escueto “Thank you” al recoger el galardón sigue resonando como una crítica silenciosa. La historia del cine del terror en estos premios es, irónicamente, una tragedia.
Ante este patrón, cabe preguntarse: ¿es sólo una cuestión de gustos o hay algo más profundo operando detrás? Las ciencias del comportamiento ofrecen algunas respuestas. Factores como el sesgo de confirmación, la norma social y el sesgo de statu quo podrían estar influyendo, incluso en una institución que se presume objetiva y centrada en la calidad artística.
El sesgo de confirmación
El sesgo de confirmación es la tendencia a interpretar la información de forma que confirme nuestras creencias previas. En este caso, si se considera que el terror es un “género menor”, esa etiqueta influye en la valoración de sus películas, sin importar su calidad cinematográfica. De forma inconsciente, los votantes podrían restar mérito a una obra simplemente por su género, confirmando así una narrativa preconcebida.
Este sesgo afecta tanto a individuos como a grupos y, en contextos como los premios, se convierte en una poderosa barrera para la diversidad de perspectivas. Incluso cuando una película de terror destaca por su guion, dirección o actuaciones, esa etiqueta inicial pesa más que sus atributos reales.
La norma social
Las normas sociales son creencias colectivas sobre lo que es apropiado o deseable en una situación determinada. En el contexto de los Oscar, históricamente, el drama ha sido el género por excelencia en los premios, seguido de cerca por algunas comedias o biopics. El terror, asociado a lo visceral, lo oscuro o lo fantástico, ha quedado fuera de esta convención.
Cada votación que deja fuera al terror envía un mensaje: ese tipo de cine no forma parte del “canon” académico. Así, la norma se perpetúa y se convierte en una trampa circular; no se premia porque no es lo habitual, y no es lo habitual porque no se premia.
El sesgo de statu quo
Este sesgo implica el preferir que las cosas permanezcan como están, especialmente si el cambio implica incertidumbre. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, reza el dicho. En el caso de los Oscar, se traduce en una inercia institucional: seguir premiando lo mismo de siempre, sin arriesgarse a reconocer géneros que podrían desafiar la imagen tradicional del “cine de calidad”.
Cambiar significa asumir riesgos y eso es algo que muchas instituciones evitan, incluso cuando hay evidencias claras de que otras opciones son válidas o incluso mejores. En este punto, el statu quo se convierte en un freno a la innovación y a la apertura de nuevos caminos narrativos y estéticos.
¿Se puede cambiar?
La buena noticia es que sí se puede cambiar la tendencia, pero no es fácil. Las ciencias del comportamiento nos enseñan que estos sesgos pueden debilitarse cuando se produce una disonancia entre las creencias y la realidad. Cuando la calidad de las películas de terror es tan alta que el sesgo ya no puede sostenerse sin contradicciones, empieza a haber espacio para el cambio. Al menos, para el cuestionamiento, como ha sucedido con el caso de La sustancia.
Las normas sociales también pueden transformarse si un número suficiente de personas se atreve a cuestionarlas y a actuar en contra de ellas. Y el statu quo puede ceder si se vislumbra un futuro más prometedor que el pasado conocido.
Mirar diferente
Más allá del cine, este fenómeno nos recuerda que todos estamos influidos por sesgos, normas e inercias. Ya sea en el mundo del entretenimiento, en nuestras organizaciones o en la vida cotidiana, vale la pena preguntarse: ¿qué ideas estoy perpetuando sin darme cuenta?, ¿qué talentos o posibilidades estoy dejando fuera por seguir lo establecido?
El primer paso para cambiar un sistema es tomar conciencia de cómo lo estamos sosteniendo. Quizá los Oscar no premian el terror porque, en el fondo, les sigue dando miedo mirar de frente a lo que se sale de la norma.
